GANADORES DEL CONCURSO DE RELATOS CORTOS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
El viernes pasado el Alcalde de la Robla y la Concejala de Cultura entregaron a nuestros estudiantes los premios a los relatos ganadores de este primer concurso dentro de la semana contra la violencia de género que todos los años organiza el @AytoLaRobla. IVAN RUIZ NIÑO, MIRIAN VICTORIA GONZÁLEZ y NAIRA ORDÁS CASTRO fueron por ese orden los premiados con vales de 100, 75 y 50 Euros para gastar en las tiendas de la Robla. Una gran iniciativa que ha merecido la pena por la calidad de las obras presentadas. Os dejamos el relato ganador.
La carta
La nieve caía cubriendo el suelo formando un fino manto blanco. Un manto perfecto. Todavía nadie lo había pisado. Pero eso iba a cambiar. De repente se escuchó en la lejanía una voz risueña, un torbellino de casi 7 años llamado Mario, transformando esa tranquilidad y queriendo coger hasta el último copo que parecía que se estaba desprendiendo de las nubes. Justo en el momento en que se cansó de divertirse en ese ambiente gélido, recordó que la Navidad estaba a la vuelta de la esquina.
La voz de su abuela le invitó a entrar en casa. Ésta le tenía preparado una cálida bienvenida, para ser concretos un vaso rebosante de chocolate de un fuerte color oscuro y un par de galletas con forma de abeto. Recién horneadas. Él, sin poder aguantar las ansias por llevarse ese delicioso manjar a su boca y con una sonrisa risueña, empezó a engullir el aperitivo que su abuela le había hecho con todo el amor del mundo. En cuestión de segundos tanto el vaso como el plato estaban vacíos, de no ser por unas pequeñas migajas y restos de chocolate, nadie imaginaría la deliciosa merienda que acababa de devorar.
Mario, al acabar de comer, miró a su querida abuela. Ella, le devolvió la mirada, pero acompañada de una enorme sonrisa. Sin embargo, en ella había resquicios de dolor. Antes de que Mario pudiera decir nada, se oyó un ruido metálico proveniente de la puerta, indicando que su abuelo acababa de llegar. Mario se levantó de la mesa del comedor y fue corriendo para recibir a su abuelo con una mirada llena de ilusión, sabiendo que este le había traído lo que tanto ansiaba, una hoja en blanco, rotuladores de colores y un sobre elegante color sepia sobre el que, a simple viste, se podía apreciar el paso del tiempo.
Su abuelo, antes de darle los materiales con los que elaboraría la carta a Papa Noel, le pidió un beso. El pequeño, muy emocionado se lo dio. Acto seguido, Mario cogió todo el material y se fue rápidamente a su habitación, alegando que no quería que nadie viese lo que estaba a punto de escribir.
Ambos abuelos no le dieron mucha importancia y se pusieron a preparar tanto la cena como la mesa. Pasaron unas dos horas. En el ambiente, se podía percibir un aroma delicioso, indicando que la cena ya estaba preparada. Antes de que la abuela llamase a Mario, éste se encontraba en la mesa del comedor con los cubiertos en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. La abuela, al igual que el abuelo, emitieron una fuerte carcajada y se dispusieron a tomar asiento. Sobre la mesa se llegaba a apreciar una bandeja de redondo de ternera acompañado de verduras asadas, un cuenco con salsa para el redondo y una ensalada compuesta por lechuga, tomate, cebolla, queso Gouda, y manzana troceade en pequeños trozos.
Al cabo de media hora, toda la comida se había esfumado. Después de que los tres juntos recogieran la mesa y la dejaran limpia, la abuela acompañó a su nieto a la cama, y como de costumbre le leyó un cuento, en este caso relacionado con la Navidad. Al finalizar, el pequeño le entregó a su abuela un sobre decorado con pegatinas navideñas, la carta para Papa Noel. Mario, sin decir nada se dio la vuelta en la cama y se dispuso a dormir. La abuela con mucha curiosidad no pudo esperar a abrir el sobre y según iba bajando las escaleras empezó a leer la carta:
“Querido Papa Noel, este año solo te quiero pedir una cosa, porque mis abuelos me han regalado un montón de juguetes con los que me divierto mucho. Lo que te quiero pedir es que mi mama venga del hospital y pase con nosotros la Navidad. Estoy un poco preocupado por ella, porque la última vez que la vi estaba llorando, y me encerró en un armario y puso la llave. Después de eso solo pude escuchar a papá y a mamá gritar muy fuerte. También oí muchos sonidos de cosas caerse al suelo y romperse. Y también un sonido como de cohetes, o disparos, algo que mis abuelos me dijeron que debía ser la tele. De repente mamá y papá ya no estaban en casa. Unos policías me sacaron del armario y me llevaron con mis abuelos. Mis abuelos me dijeron que mamá se había tropezado con la pata de la mesa y que se hizo mucho daño, y que estaba en el hospital curándose. También me dijeron que papá se había tenido que ir a trabajar muy lejos. Por favor, Papá Noel, esta Navidad solo quiero poder cenar todos juntos”.
La abuela acabó de leer la carta y de sus ojos brotaron ríos de lágrimas. Esa carta hizo que se trasportara al día que ese mal nacido acabó con la vida de su querida hija. Ese fatídico día, el desgraciado del esposo de su hija había llegado a su casa más borracho y drogado de lo habitual. No hubo razones. Ni contemplaciones. Ese día, el desgraciado de su yerno cruzó una línea que cambió la vida de todos. Recordó cuando la policía llegó a su casa y lo que le dijeron los agentes. Su hija acababa de perder la vida, asesinada, a manos de su marido. Según el informe del forense, antes de que su pequeña recibiera un disparo certero, había sido golpeada brutal y repetidamente hasta perder el conocimiento. Además, la policía le contó que su yerno se había pegado un tiro en la sien no mucho después de matar a su mujer. Lo último que le quedaba ahora en ese mundo de su hija era su pequeño hijo, su nieto, Mario. Un hijo que jamás volvería a recibir un abrazo de su madre o volver a escuchar su voz.
Iván Ruiz Niño